julio 16, 2007

mediados

Mediados de julio.... que les digo un viaje super flash a los mochis, todo estuvo genial y la boda fue muy emotiva sera porque fue de nuestra primera amiga que se casa de la universidad.

...... unas pensamientos rapidos
ya mero nace mi sobrinita
hoy fue un dia genial con todo y que me desperte a las 4
ya extrañaba nuestros viernes de platicas
conociendo nuevas amigas
reconociendo que no somos perfectos
queriendo a quienes no se pueden querer
perdonando a los que te hacen la vida imposible

9 comentarios:

Miss B. dijo...

tu primera amiga que se casa... jejejeje! recuerdo cuando fui a la primera, ahora ya casi todas están casadas y hasta con hijos...


felicidades por tu sobrinita, es lindo convertirse en tia

Anónimo dijo...

Q lindo es genial poder vivir todas esas cosas con tus amigas, se disfruta y nunca nunca se olvida.

Atitel dijo...

Saluditos Pao, espero que la estes pasando mucho mejor que el mes pasado.

Abrazos!

Dodo dijo...

Hola Pao...

Si, se que hacía mucho tiempo no me aparecía por aquí!!!... pero bueno... I'm back... prometo actualizarme a la brevedad!!!... y que pronto me leas tú también...

Besos para ti...

Anónimo dijo...

Hola!

Un gusto platicar contigo.
"queriendo a quienes no se pueden querer..." eso me suena tan familiar.

Un abrazo y nos vemos el viernes!

Chao

Moni dijo...

Hola Pao =) pues ya son mediados de agosto y sigues desaparecida (algo así me pasó...)

Te mando abrazotes grandes y juertes, espero verte pronto, ya sabes que se te aprecia un buen!

Anónimo dijo...

Ayer vi por segunda ocasión esos zapatos. Me encontré de nuevo con esos pies extraños que ya en una oportunidad se me habían presentado en el mismo lugar, la parada del autobús de una avenida poco concurrida, arbolada y llena de sol en pleno otoño.
En esa primera ocasión, fue como un afán seductor. Sólo vi los pies y su interacción con los zapatos y los calcetines. Ni siquiera me percaté de quién los portaba.
Con el sol en su esplendor, sin una gota de sombra, esos pies iban y venían. Me extrañó verlos de espaldas (nunca se me mostraron de frente, aunque yo tampoco hice algo por verlos de esa forma), yendo de un lado hacia otro. Seguro el calor del asfalto los hacía moverse, inquietos, como esas manos que palpan en lo incierto.
Aquella ocasión llamaron mi atención porque justo el derecho estaba un poco inclinado hacia adentro. Pensé en ese instante que tal vez el que portaba el pie (y el zapato y calcetín, por añadidura) no lo había vestido bien o que el zapato era de esas vestimentas nuevas para pies en el que la parte de atrás parece inexistente.
Ayer me volví a topar con esos pies. Los reconocí en seguida. Eran los mismos pies vestidos de nuevo con unos calcetines blancos y con esos zapatos negros que ya no podré olvidar.
Estuve más tiempo observándolos. El autobús pasó una, dos veces… y esos pies no se subieron (ni los míos tampoco).
Me di cuenta que no eran los zapatos. Me di cuenta que el pie derecho era especial, estaba completamente deformado hacia adentro. El pie era el que había adaptado el zapato y lo había hecho parecer uno de esos que la parte de atrás parece inexistente.
El que lo portaba (por fin reparaba en que era un joven de unos 25 años, pantalón negro, camisa blanca, cabello largo, sujetado con una liga negra) parecía completamente acostumbrado al hecho. ¿Qué historia podría haber detrás (o debajo) de esos pies?
El pie (especial) se salía constantemente de su vestimenta, mientras que el otro (el izquierdo) permanecía fijo, atado a aquel calcetín blanco y a aquel zapato negro perfecto, sin ningún doblez —si acaso con ese desgaste de las suelas que caminan por fin después de haber estado un tiempo en el aparador—.
El zapato derecho se había adecuado de una manera mágica a ese pie. Entre ellos sólo había un calcetín, flexible por sí mismo, es decir, al final el calcetín no interfería en la relación maravillosa que habían establecido el pie y el zapato.
Noté que poco a poco esos pies se desesperaban. Y también noté que podría pasarme horas viendo cómo se movían.
Pero los pies ya tenían prisa, definitivamente. Pasó por fin el autobús. El dueño de los pies pidió la parada. Los pies se subieron (sin olvidar a su portador —aunque es complicado establecer quién porta a quién—), yo me subí detrás de ellos y cuando ambos estuvimos arriba y volteé para buscarlos y continuar viéndolos, los pies (y su dueño) ya no se mostraron ante mis ojos.

Geniusgdl@hotmail.com

el mangos dijo...

mira nomas me me ausento unos meses y ya hasta remodelaste el changarro.

saludos

Dani dijo...

Hola, Paola. Se te echa de menos. ¿Por donde andas?

http://treboada.blogspot.com/2007/09/premio-blog-solidario.html